lunes, 18 de septiembre de 2017

Un año despues...

Un año después…

Hoy, que se cumple un año desde que tuve el accidente escalando, he querido aprovechar para dar un repaso a lo que ha sido todo este largo año. Lo hago no solo por satisfacer la curiosidad y reportar la experiencia a quien tenga el gusto de leerlo, sino que sé que a alguno que está pasando por algo parecido le podría resultar de utilidad mi experiencia. En el relato intento reflejar lo que ha sido este año desde diversos puntos de vista: los médicos, la rehabilitación, la experiencia del día a día, la evolución, mis razonamientos, los hitos, los sentimientos, e incluso alguna que otra anécdota más o menos cómica.

En primer lugar os tengo que adelantar que todavía no estoy del todo recuperado y ni siquiera he podido volver a escalar en roca todavía, cosa que ya espero hacer muy en breve en cuanto tenga ocasión. Todavía cojeo, tengo dolores y tengo limitaciones en el movimiento lateral del tobillo que espero seguir reduciendo con paciencia y constancia. De una lesión como la que he tenido, con varias averías importantes y en plena articulación, uno no se recupera tan rápido como quisiera, y podéis imaginar que esto se hace eterno, pero no todo es blanco o negro y poco a poco se va evolucionando y se van pudiendo hacer cosas que van aliviando el ansia de poder volver a retomar la actividad montañera.

Pero vamos por partes y voy a relatar el año de forma cronológica.
 

El día del accidente

No voy a entrar en detalles del momento del accidente, porque ya lo hice en el artículo ”Accidentes en escalada clásica. Reflexiones”, así que empiezo desde el momento justamente posterior.

Tras la sensación del fuerte impacto en el momento de la caída, momento en el que me esperaba lo peor, pasé ingenuamente a tener esperanzas de que no fuera tan grave una vez se me pasó el mareo inicial y después de que bajara el dolor al dar reposo al pie mientras esperaba al helicóptero. Pero al quitarme el pie de gato y ver las considerables dimensiones del hinchazón del tobillo, que parecía un globo… Hay una teoría que dice derrame interno=esguince e hinchazón=hueso roto, con lo que según esa teoría ya se presagiaba que probablemente había huesos rotos a pesar de aparentemente estar todo en su sitio. Por otra parte, al golpear en la caída también se me torció el pie muy violentamente y de hecho noté perfectamente el latigazo que me pegaron tanto el tendón de Aquiles como los tendones peroneos; no obstante al ver que aunque sea malamente podía más o menos hacer los correspondientes movimientos parece que milagrosamente se descartaba que se hubiera roto alguno de estos tendones a pesar de la tremenda violencia del momento.

Cuando llegan los bomberos del GERA y me examinan superficialmente, me indican además algo que yo no había podido ver hasta entonces (no estaba yo para muchos movimientos del pie), que es que toda la planta del pie está negra por un enorme derrame interno.


El GERA me inmoviliza y protege la pierna con una férula hinchable

 
Luego llega el rescate con el helicóptero y el peregrinaje por los hospitales. Primero aterriza el helicóptero en el helipuerto donde me espera una ambulancia que me lleva al centro de salud de El Molar. Los de la ambulancia comentan lo absurdo de que me lleven allí, pues saben que de ahí me van a derivar al hospital, pero al parecer tienen obligación de hacerlo así. En el centro de salud me hacen una radiografía. Según me llevan de nuevo a la ambulancia, e intentando escuchar lo que pueda en mi interés de poder saber qué es lo que tengo y si es más o menos grave, oigo a los médicos que comentan que en la radiografía ven rotura del astrágalo.

El rescate con el helicóptero
De nuevo montado en la ambulancia me llevan camino al hospital Infanta Sofía, de San Sebastián de los Reyes. Todavía no había avisado en casa hasta saber dónde paro finalmente, porque no sabría decirle a mi mujer cuándo y dónde voy a estar, pero viendo que ya finalmente me van a atender en ese hospital intento llamar… joer, siempre que me voy de montaña me insiste que le diga dónde voy y que intente estar siempre localizable, y hoy que pasa algo a la que no puedo localizar es a ella… varios intentos de llamada al móvil pero no me lo coge.
 
Llego al hospital, me montan en una silla de ruedas, en la que me van llevando de un sitio a otro y de vez en cuando me dejan aparcado en una esquina. Al cabo del rato me hacen una radiografía, tras lo cual me dejan en la sala de espera a la espera (valga la redundancia) de que me avise el médico. Mientras, sigo insistiendo en llamar a mi mujer hasta que al final lo coge; estaba caminando en una etapa de una ruta Cervantina (al estilo del Camino de Santiago pero en plan modesto) y hasta que no ha acabado y montado en el autobús no ha oído el móvil.
 
Ahora vendría una situación un tanto cómica o surrealista… me llaman por los altavoces para que vaya a una de las salas numeradas donde están atendiendo los médicos… vale, pero… ¿quién narices me lleva?, estoy en silla de ruedas y esto no se mueve tan fácil subido en ella y con un pie a la virulé, además de que no está preparada para autoimpulsarse con las manos... no me lo puedo creer… tras unos instantes perdido como esperando que venga un celador o lo que sea y me lleve, pero viendo que estoy abandonado a mi suerte, decido intentar ir “haciendo el patinete” en la silla de ruedas con el pie bueno, hasta que un chico que no es del hospital me ve y se ofrece amablemente a llevarme. A todo esto, con la movida hasta se me ha olvidado el número de la sala que tengo que ir, así que tengo que preguntarlo que me lo miren y me lo digan en cuanto veo a unas enfermeras.
 
Ya por fin me atiende el médico… dice que tengo rotos el calcáneo y el cuboides (vaya, ahora parece que son otros los huesos rotos…). Simultáneamente llega mi mujer y entra. El médico me comenta que han comprobado que el valor de los ángulos de los huesos están dentro de los límites que tienen que estar, por lo que no hace falta operación pero que me van a tener 3 meses escayolado porque es muy importante que quede todo fijado en su sitio y estos huesos son delicados. El médico me escayola con el pie ligeramente girado a propósito, lo cual me lo comenta pero no me dice el por qué y yo tampoco pregunto, simplemente supongo que tendrá su motivo. También me avisa que es muy importante hacer un seguimiento para comprobar que todo va correctamente y me indica que debo ir al hospital de Torrejón de Ardoz ya que es el que me corresponde al vivir allí.
 
Llevo ya un montón de horas danzando, de hecho ya es bien entrada la tarde y ni siquiera he comido, cuando entro en el hospital de Torrejón de Ardoz. Previamente, gracias a mis cuñados hemos recuperado el coche que había dejado esta mañana aparcado para ir a escalar y donde mi compañero de escalada había dejado mis cosas en el maletero tras haber bajado con ellas después del accidente. Por el hospital me vuelvo a mover en silla de ruedas y cuando la silla pasa por encima de un cable que hay por el suelo como si fuera un bachecito, el meneillo del pie roto me hace ver las estrellas, así que a partir de entonces vigilamos cualquier irregularidad del suelo previa al paso de la silla de ruedas.
 
En el hospital de Torrejón en principio no quieren atenderme, ya que no soy de la Seguridad Social y además el accidente como es deportivo lo cubre la federación de montaña, o mejor dicho su seguro, pero tras insistir nos dicen que me hacen unas radiografías para ver si fuera necesaria una operación de urgencia y que si no lo que tenemos que hacer es acudir al seguro de la federación. Me hacen las radiografías y al rato nos confirman de nuevo que los valores de los ángulos entre los huesos están dentro de los límites admisibles y no necesito operación, y que de momento me inyecte heparina todos los días y acuda al seguro de la federación para el seguimiento y continuación del tratamiento.
 
Cansados de tanto deambular y siendo ya algo tarde nos vamos para casa y mañana Dios dirá.

 
Mi primer diagnóstico consistente y mis días escayolado

Al día siguiente doy parte a la federación, hablo con ellos y acordamos todos los papeleos a hacer, también con respecto a las atenciones que había recibido el día anterior. Me indican a dónde puedo dirigirme para seguirme tratando. Finalmente pido cita en la clínica CEMTRO, donde me buscan hueco en los próximos días para que me puedan ver con cierta urgencia.
 
En la clínica CEMTRO me han asignado un traumatólogo especialista en tobillo, que me manda un TAC. Vuelvo con los resultados del TAC, que el médico carga en el ordenador… según va viendo las imágenes el médico no para de repetir “¡¡vaya leche que te has dado!!”… explica que tengo rotos el calcáneo, el cuboides y el astrágalo (parece que por fin se aclara qué huesos tengo rotos), pero lo que pasa es que lo del astrágalo es que la cara inferior de la zona anterior está hecha trocitos, rota en multitud de fragmentos por el aplastamiento del impacto; el TAC también dice algo del Aquiles, pero el médico se centra en los huesos. Confirma que los valores de los ángulos de los huesos y la alineación de la tibia con el pie es correcta y que todo está más o menos en su sitio por lo que no es recomendable intervención: las fracturas de cuboides y calcáneo tienen unos desplazamientos mínimos, del orden de 1 mm, y lo del astrágalo ente otras cosas no tiene posibilidades de fijación al ser múltiples fragmentos pequeñitos. Cada una o dos semanas tengo que volver a hacerme una radiografía y a que la vea el médico para ver si todo va correcto. A pesar de todo y como todo está más o menos en su sitio el médico cree que al final quedará todo más o menos bien pero, eso sí, tengo prohibidísimo apoyar el pie hasta dentro de unos meses.
 
En cuanto a mi vida normal, afortunadamente es solo un pie lo que tengo averiado, así que todo es ir cogiéndole el tranquillo de cómo hacer cada cosa, ducharse, estar sentado con el pie en alto, dormir…, y uno se va apañando. Al irse desinflamando el pie la escayola coge algo de holgura, lo que aprovecho para moverlo de vez en cuando lo poco que puedo dentro de esa holgura, porque ya sé por experiencia lo que cuesta volver a recuperar la movilidad de una extremidad escayolada.
 
Noto dolores, tiranteces y sensaciones muy raras (ardor, escozor interno...) como de heridas internas muy extensas en la pierna a la altura del gemelo, pero en la cara lateral exterior de la pierna; deduzco que se me ha debido de producir un importante desgarro en la musculatura que supongo que ha ayudado a que no se rompieran los tendones en el accidente… de momento no le doy importancia porque lo primero es curar los huesos que es la base de todo, y luego ya veremos.
 
Los dos primeros días ni salí de casa, un poco amedrentado por la situación y todas las precauciones que te han dicho los médicos e incluso por el que no te vean así y no te pregunten vecinos y conocidos, pero enseguida te das cuenta que no es bueno estar recluido y enseguida empiezo a salir a la calle con las muletas: a acompañar a pasear a la perra, al club de montaña, con los amigos… es muy bueno anímicamente recuperar la vida social cuanto antes. Al principio moverse con las muletas con una pierna siempre en el aire es agotador, pero poco a poco te vas fortaleciendo y cogiendo más habilidad, y te vas moviendo con algo más de facilidad. En los bares o sitios algo mutitudinarios quieras o no estás alerta y pendiente de que nadie te dé un golpecito en el pie, por leve que sea. En casa muchas veces para pequeñas cosas me muevo a la pata coja para no andar perdiendo tiempo en colocarme las muletas y luego dejarlas. Por cierto que las muletas son un muerto y un coñazo para dejarlas en algún sitio, por ejemplo cuando te sientas en un restaurante para que ni estorben ni los camareros ni nadie se acaben tropezando con ellas.
 
Tengo prohibidísimo apoyar el pie, pero en una ocasión pierdo el equilibrio en casa con las muletas y acabo apoyando el pie… veo las estrellas e incluso me llego a marear un poco y me tengo que tumbar unos instantes, pero la preocupación es sobre todo por que no se descoloque nada. Afortunadamente con la escayola no es fácil que pase. Las revisiones con radiografía incluida que voy pasando con el traumatólogo indican que todo va bien.
 
Mención aparte cuanto te tomas algunas cervezas o copas de más y resulta alterada tu percepción de equilibrio. En una ocasión que enlacé un cumpleaños con una fiesta me resultaba complicado mantener el equilibrio y avanzaba en la segunda fiesta con el hombro rebotando en la pared para estabilizarme. En otra ocasión que llegué a casa tras enlazar también dos fiestas acabé cayéndome al suelo en el pasillo de casa y ya me dije “¡a tomar por saco!” y directamente continué a gatas por la casa hasta meterme en la cama.


Me quitan la escayola

En una de las visitas al traumatólogo me dice para mi sorpresa que en la próxima cita me quiten ya la escayola, y luego como siempre pase por rayos X y la consulta. Eso suponía que me quitaban la escayola al mes y medio en lugar de a los tres meses que me decía el médico que me escayoló. La razón es que iba soldando todo bastante bien.
 
Llega el ansiado día y me quitan la escayola… la verdad es que las dos veces que me he roto el brazo al quitarme la escayola el brazo tenía un aspecto razonablemente bueno y muy cercano a un brazo sano, pero en esta ocasión me sorprende mucho encontrarme el pie con un aspecto penoso, todo ennegrecido debido a las hemorragias internas y todavía tremendamente hinchado… está claro también que un pie no es lo mismo que un brazo en muchos sentidos. El médico me dice que tengo que seguir sin apoyar por lo menos dos meses más, ya que las soldaduras están tiernas y se corre el riesgo de que se vaya deformando el arco del pie, fundamental para nuestra funcionalidad motora.

Os podéis imaginar si antes tenía pánico de que alguien o algo me golpeara el pie por muy suave que sea, ahora que no tengo la protección de la escayola la cosa se acrecenta mucho más.

El médico me manda rehabilitación, con la indicación de que tengo prohibido apoyar el pie. Son 20 sesiones de rehabilitación de siempre lo mismo: corrientes, magnetoterapia y ultrasonidos; nada de ejercicios de movilidad ni nada por el estilo… me siento como en una fábrica de producción en cadena, en la que llego, me van pasando por los tres aparatos y fuera. Tras las 20 sesiones apenas ha mejorado el pie, solo se han ido yendo los hematomas y quizás puede que haya bajado algo la hinchazón, pero nada más. A pesar de eso ya no me mandan más sesiones de rehabilitación.
 
El pie tenía que seguir llevándolo igualmente en alto, pero por lo menos ya me he quitado el peso de la escayola.

 
Empiezo a apoyar el pie

Alrededor de los 3 meses del accidente, en una de las revisiones del médico me dice que ya puedo empezar a apoyar el pie “parcialmente”. Le pregunto que qué es eso de parcialmente y cómo lo mido. Quiere que vaya haciendo el juego de movimiento de andar aunque el pie prácticamente solo acaricie el suelo y ya iré progresivamente metiendo algo de peso al pie. Me dice sabiamente: “no te preocupes que tú mismo vas a saber cuánto tienes que apoyar el pie”… efectivamente entre el miedo, las sensaciones de “dormido” y demás, eres incapaz de hacer algo más que acariciar el suelo con la planta del pie, manteniendo absolutamente toda la carga del cuerpo entre las muletas y el otro pie… “vaya engañabobos llamar a esto apoyar el pie”, me digo internamente en plan de guasa.
 
Así avanzan los días y poco a poco voy cada vez apoyando un poco más el pie, pero siempre la mayor parte del peso la soportan las muletas. Entre eso y el haberme librado de los odiados pinchazos diarios de heparina es la primera vez que empiezo a ver con optimismo la recuperación. Hasta inocentemente pensaba que lo mismo en unos tres o cuatro meses estaba ya en condiciones de estar haciendo actividades de montaña exigentes. Salgo todos los días a “andar” todo lo que puedo, con cierta ilusión. Tengo la sensación de que todo marcha mejor de lo previsto inicialmente, no en vano hasta ahora las cosas se han ido cumpliendo antes de lo que decían las previsiones.

 
La locura del Peñalara

Enseguida llega fin de año, y no se me ocurre otra cosa que acompañar a mis compañeros del club de montaña al brindis que se hace todos los años  en la cima del Peñalara. Mi idea es subir como pueda con las muletas hasta el refugio Zabala y luego esperarles allí a que bajen de la cima y hagan allí un segundo brindis conmigo.

Subimos una parte en común y enseguida nos separamos, ya que ellos van a buscar un sitio más interesante y peleón para subir mientras yo obviamente subiré por el camino más fácil. Voy encontrando hielo que voy sorteando como puedo o pisándolo con mucho tiento cuando lo veo factible; en algunos puntos incluso me salgo del camino con intención de esquivar el hielo. En la mochila, además de un bocatilla y la botella de cava de rigor, llevo los crampones pero los llevo por si acaso, sin intención de usarlos. Curiosamente la goma de las conteras de las muletas se adhiere bastante bien al hielo, pero siempre voy con mucho tacto.

Llego al desvío hacia el refugio… algunos tramos me han dado mucha guerra, pero de momento no he ido subiendo del todo mal… como mis compañeros todavía tardarán al menos un par de horas en volver al refugio, se me ocurre que tengo tiempo de sobra para probar a seguir subiendo un poco más y volver al refugio.
 
Sigo subiendo y me alcanza un guarda del Parque Natural que no sé si ha subido aquí a propósito a ver qué narices hace un pirado aquí subiendo con muletas. Me pregunta que si estoy rehabilitando o qué y le contesto que sí, que estoy probándome un poco, y a continuación se va.
 
El hielo cada vez se pone más complicado y cuesta más esquivarlo o pasar sobre él… estoy a punto de darme la vuelta porque resulta muy complicado seguir sin jugarse el físico, cuando se me ocurre probar a ponerme los crampones… con ellos puedo seguir avanzando, aunque tengo que seguir con mucho cuidado.
 
Cerca de la cima de Dos Hermanas estoy pensando en darme ya la vuelta. “Vale, ya he hecho la machada y no debo hacer más tonterías”, me digo. Pero no puedo evitar el decidirme a subir los pocos metros que me quedan hasta el cordal y ver qué pinta tiene. Subo y veo  que hay bastantes grandes “calvas” en la nieve que me permitirían esquivarla… así que inconscientemente acabo siguiendo…
 
Las zonas de calvas las aprovecho, pero la mayor parte del recorrido tengo que ir por la nieve… lo más peligroso, además de los resbalones en el hielo, es que se me hundan en la nieve las muletas o pies y me desequilibre, pues hay zonas en las que puede pasar eso muy fácilmente. Voy con mucho cuidado pero consigo avanzar a un ritmo bastante normal a pesar de todo. Ya a estas alturas tengo metido en la cabeza llegar a cima, pues queda poco. Hay bastante gente subiendo y bajando, y algunos se me quedan mirando un tanto asombrados de verme en qué condiciones subo y haber llegado hasta allí.
 
Finalmente llego a cima, esperando encontrarme a mis compañeros en pleno brindis, pues de subida iba atento por si les veía ya bajando y no les había visto… pero mis compañeros no están… inmediatamente deduzco que he tardado mucho y ya se han ido y por lo que sea no nos hemos cruzado bajando. Bueno, no importa, me hago alguna fotito, me tomo el bocata que llevo y en 10 o 15 minutos estoy bajando de nuevo, y en cuanto pueda les llamo por el móvil para que sepan por dónde ando.

Foto en la cima del Peñalara apoyado en el vértice geodésico con las muletas en el suelo

Una vez comido el bocata empiezo a bajar y… ¡me les encuentro subiendo! Se han retrasado bastante y al final he llegado yo antes que ellos. Afortunadamente solo había bajado unos 10 minutillos, así que vuelvo a subir a cima con ellos. Allí celebramos el brindis de rigor.

Mis compañeros me hacen una foto de esta guisa, con muletas y crampones
Foto de todo el grupo en la cima del Peñalara
 
Cuando veo que el brindis tiene pinta de que se va a ir acabando les digo a mis compañeros que yo empiezo a bajar ya puesto que voy más lento que ellos, y así hago. Voy haciendo la bajada con paciencia y cuidado y no se me va dando muy mal, especialmente porque ya sé lo que me voy a ir encontrando de haber pasado antes y lo tengo “calibrado”. No obstante llega un momento que las palmas de las manos me escuecen horrores… las palmas de las manos son dos tremendas ampollas que me han ocasionado las muletas y están ya reventadas. A pesar de llevar las muletas acolchadas con vendas para las manos y usar guantes, es insufrible el bajar así, pues inevitablemente tengo que hacer mucha fuerza de apoyo en las muletas. Me resulta un suplicio bajar así pero acabo llegando al puerto de Cotos.
 
Mis compañeros no me han alcanzado, supongo que se han enrollado más de lo que calculaba, así que me meto en “Casa Marcelino”, la cafetería que hay en puerto del Cotos, a esperarles tomando una cerveza hasta que llegan. Cuando llegan, nos juntamos a tomar algo ya todos y terminar la celebración.
 
La verdad es que fue una locura, no creo que le viniera nada bien a mi rehabilitación sino probablemente al contrario y además arriesgué mucho de haberme podido lesionar más, pero psicológicamente fue un gran alivio para mí. Eso sí, algún compañero que vino ese día todavía se pregunta (¡y casi que yo también!), al ver en la bajada los tramos de nieve y hielo que había, cómo había conseguido subir y bajar por ellos con las muletas. Por cierto, que también llevaba un piolet en la mochila, pero evidentemente me resultaba inviable usarlo en mis condiciones y no salió de ella.

 
Un mejor diagnóstico y empiezo una rehabilitación un poco más seria

En enero, el traumatólogo del seguro de la federación me dice que en cuanto pueda me quite de golpe las dos muletas y da por encarrilado el tema, espaciando las revisiones a la espera de que pasen unos meses y poderme ya darme el alta por su parte. Ve que la movilidad adelante y atrás es bastante buena y la que me falla es la movilidad lateral, pero considera que iré recuperando algo más aunque probablemente no toda. Por otra parte me prohíbe para un futuro correr maratones, carreras por montaña y cosas por el estilo, argumentando que la articulación está muy dañada y esas actividades tan agresivas me ocasionarían en no mucho tiempo una fuerte artrosis que me podría obligar a pasar por quirófano para poner fijaciones.
 
Lo de quitarme las dos muletas de golpe lo hago sin excesivos problemas ya que cada vez había ido apoyando más el pie malo hasta ahora. De todas formas tengo el equilibrio bastante tocado y ando un poco despacio y con muchos dolores, pero es un importante avance físico y moral.
 
En cualquier caso, y volviendo al tema del traumatólogo, da la impresión de que ya “pierde interés” en mi caso, a pesar de que yo sigo teniendo bastante dolores y veo que hay mucho que trabajar todavía, pero no hace mucho caso a lo que le transmito. De lo que veo y comentarios que me llegan de conocidos del sector deduzco que las aseguradoras les meten una cierta presión para quitarnos de en medio cuanto antes y reducir gastos. No queda más remedio que recurrir a otro médico, cuanto menos para tener una segunda opinión.
 
El segundo médico lo primero que hace es mandarme una resonancia, donde ya sale a relucir todo lo que tengo: los huesos parece que han soldado bien, aunque se han quedado tres fragmentitos del astrágalo sueltos sin soldar, navegando a sus anchas por el interior del tobillo con lo que se quedarán por ahí navegando, pero como sospechaba los tendones los tengo hechos cisco, según sus propias palabras; no rotos, pero “tocados” e inflamados y con líquido en el interior de sus vainas. También tengo unos cuantos edemas óseos, tocada e inflamada la inserción del Aquiles en el hueso calcáneo y alguna cosilla más. A los fragmentos de hueso sueltos en principio no les da importancia mientras no se vea que molesten. En resumidas cuentas me manda hacer rehabilitación, rehabilitación y más rehabilitación, durante unos cuantos meses.

Por cierto, ambos médicos están al corriente de todo y de que estoy visitando a los dos, ya que nunca me ha gustado ir escondiendo estas cosas y además creo que es mejor así. Incluso al del seguro de la federación le enseño la resonancia del otro y le digo que como consecuencia estoy haciendo rehabilitación. Al otro lógicamente también le enseño el TAC y las radiografías que me va haciendo el primero.
 
Por otro lado, al estar ya un cierto tiempo de baja laboral me requieren de la Seguridad Social para una inspección médica. Cuando voy, nada más ver los resultados de la resonancia el médico me da el conforme a la baja: en la resonancia que es bastante reciente lo ha visto tan claro que no necesita ni verme el tobillo. No obstante poco después yo mismo le diría a mi médico que me diera el alta para trabajar aunque todavía no caminaba bien, principalmente por el cargo de conciencia de estar tanto tiempo sin trabajar. Lo cierto es que también viene bien ir recobrando cierta normalidad.
 
Para la rehabilitación me he buscado otro centro que me atiendan mejor que el primero. El sitio elegido no tiene nada que ver con el primero y cuento con una atención bastante personalizada e implicada. No solo me pasan por los típicos chismes de corrientes eléctricas, ultrasonidos y todo eso, sino que me van mandando ejercicios, me hacen estiramientos, y en definitiva están mucho más pendientes de mi evolución. Hasta me vigilan cómo ando cuando entro y salgo de la consulta.
 
En el centro de rehabilitación estoy yendo muchos meses. Me hacen muchas cosas y me mandan muchos ejercicios y tareas para casa; hay que dedicarle mucho tiempo al tobillo. También me voy comprando varios utensilios de los que uso en el centro para hacer más rehabilitación con ellos en casa. Parece que no avanzo mucho de un día para otro… pero es que hay que mentalizarse de que esto es muy lento y hay que ver los avances como mínimo de semana en semana. Por el centro voy entablando muchas amistades de la gente de todo tipo y todas las edades que pasa por allí, y día a día estamos charlando, bromeando y riéndonos todos como si fuera una terapia de grupo mientras hacemos nuestros ejercicios, grupo que va variando según van habiendo altas y entrando gente nueva, pero siempre estoy yo que me acabo convirtiendo en el de más antigüedad en el centro. Una chica también está bastante tiempo acudiendo al centro por una buena avería en la rodilla y coincido muchos días con ella saliendo del centro, así que nos reímos mucho hablando de lo que se sorprenderá y pensará la gente al vernos salir a la calle a la vez cojeando de forma tan acentuada, cada uno a su manera.
 
También con mis amigos hay algún cachondeillo que otro. Alguno me llega a decir que cuando voy andando parezco Lina Morgan con sus peculiares movimientos de piernas de sus actuaciones de teatro.


Empiezo a hacer algo de actividad

Cuando ya llevo un tiempo rehabilitando y la cosa ha ido mejorando, en la rehabilitación me dicen que me vendría bien hacer bici estática o con rodillo en casa. Tras pensar sobre el tema (comprar un trasto más para la casa, que no es precisamente barato ni pequeño, que no creo que le dé mucho uso, subir la bici a casa y buscarle un hueco no es fácil y en el trastero sin ventilación no es muy agradable, etc) se me ocurre probar a montar en bici rodando por el garaje comunitario de mi casa para ver cómo me desenvuelvo.

La prueba no va del todo mal. Únicamente puedo subirme por el lado izquierdo de la bici y me cuesta echar a rodar, pues solo cuento con el impulso del pie bueno (el otro solo me sirve para apoyarme y gracias), pero una vez iniciada la marcha voy bastante bien… ahora queda probar a parar… lo hago de forma que el aterrizaje es con el pie bueno y no hay problema, prueba superada. La única cuestión es que todo tiene que ir de esa forma y no puedo arriesgarme a imprevistos que me obliguen a utilizar el pie malo más allá de eso, ya no solo por el dolor sino porque el tobillo malo está muy débil y cualquier pequeño esfuerzo no controlado puede significar cuanto menos un esguince que perjudique mucho mi recuperación.

Visto el éxito de la prueba  se me ocurre que en vez de practicar rodillo me voy al polígono industrial en días festivos que es llano, las calles están desiertas y la rodadura es buena sobre asfalto. Así hago y me va muy bien, controlando la distancia recorrida y lo que se me hincha y resiente el tobillo después, con lo que voy decidiendo cuándo hago más o menos. En rehabilitación en cuanto me preguntan por el rodillo tengo que confesar que en su lugar me muevo por el polígono; me dicen a regañadientes que vale pero que tenga mucho cuidado y que vaya por sitios sin baches ni pendientes. También, cada vez que me ven llegar el lunes con el tobillo más hinchado y andando peor me dicen: “qué, ¿ya te has pasado de rosca el fin de semana? ¡Me dais miedo a ver qué hacéis cada vez que llega el fin de semana!” (porque no soy el único).
 
Con el tiempo voy evolucionando. Por el polígono cada vez hago más distancia con la bici y frecuentemente veo un camino de tierra que siempre miro de reojo… hasta que un día no puedo evitar la tentación de meterme por él para disfrutarlo un poco y averiguar hacia dónde lleva. El primer día no me metería por él más de 2 o 3 kilómetros, pero inevitablemente enseguida acabo haciendo modestas rutas por él de forma habitual, mucho más entretenido que el polígono, jeje, dónde va a parar. La única cuestión es una empinada cuesta que hay al principio, pero de vuelta y que hago de la forma más suave posible y procurando que no trabaje la pierna mala por miedo a dañar el Aquiles.

También empecé a conducir en cuanto vi que podía. El problema es sobre todo el frenar, así que hasta que no vi que tenía el mínimo de fuerza para frenar decentemente no empecé a conducir. Ello me llevaría a otra de las situaciones un tanto cómicas, ya que al poco de empezar a conducir me tocaba llevar el coche a la ITV: en la prueba de frenado el operario me insiste en que frene más fuerte hasta bloquear la rueda... pero por más que lo intento me resulta imposible y le tengo que decir que si quiere que se siente y frene él.
 
Andando también voy mejorando. El principal problema que tengo es que cuando descansa el pie por estar tumbado o sentado, al volver a andar me duele mucho, casi no puedo andar y me cuesta unos 10 minutos que “caliente” y vaya funcionando mejor. A pesar de ello decido probarme en una excursión en mayo del club de montaña al pico Ocejón, con idea de darme la vuelta y esperar a mis compañeros en el coche en cuanto vea que la cosa no va bien. Normalmente es una excursión relativamente fácil, pero los cerca de 1000 metros de desnivel, la longitud de andar y el transitar por las rocas es una buena prueba para mí y mi tobillo, probablemente todavía demasiado exigente a estas alturas de recuperación; aunque confío también en que la rigidez de la bota me ayudará a sufrir menos y a proteger el pie.
 
La subida al Ocejón va con ciertos dolores y tiranteces pero bastante bien dentro de lo que cabe, incluso me separo unos minutos de mis compañeros para hacer cumbre en el vecino Ocejoncillo. No obstante, en los últimos metros para hacer cima en el Ocejón ya voy notando que la cosa ya deja de ir tan bien pues noto que los dolores empiezan a ir en aumento. Hacemos cima y descansamos; estoy contento, tanto por haber llegado hasta aquí como por poder haber mantenido el ritmo de mis compañeros. Llega el momento del descenso, que hacemos por una ruta algo más agreste. Inicialmente me cuesta, como siempre, hacer “entrar en calor” al tobillo, luego voy algo mejor, pero enseguida empieza a dolerme mucho el tobillo y resultarme un suplicio la bajada. Con bastante sufrimiento durante las más de dos horas de bajada acabo llegando al coche. Me quedaría resentido durante al menos un par de días después, en los que lógicamente me iba a enterar durante las sesiones de rehabilitación.

En la cima del Ocejón, con mi amigo Gaby
Foto del grupo en la cima

Pronto también empezaría a ir de nuevo al rocódromo, de momento solo un día a la semana y empezando por hacer poca cosa. Aparte de por ir recuperando poco a poco mi vida normal e intentar recuperar algo la técnica, fuerza y resistencia, mi idea es que me podía venir muy bien tanto para fomentar la movilidad del tobillo como para fortalecerlo.
 
Ya cerca del verano, y en cuanto a la bici, empiezo a olvidarme de los caminos de la zona del polígono y comienzo a hacer rutas algo más agrestes, como las que hacía antes, pero de momento suaves y en versiones más cortas, para ir aumentando poco a poco.
 
En una de las sesiones de rehabilitación me ponen a correr en una cinta de correr, a ver cómo respondo. Para sorpresa de todos, yo incluido, corro bastante decentemente, e incluso me dicen los rehabilitadores que ¡corro mejor que ando!, jajajaja. Me dicen que también pruebe por mi cuenta, a ritmos muy muy bajos y sin pasar de 1 hora como muchísimo. Con esas premisas saldría esporádicamente unas 3 veces a correr, todas por debajo de 6 km y en todas ellas me costaría del orden de 2 kilómetros para pasar de cojear notablemente a un cojeo muchísimo más discreto. En cada caso, al día siguiente seguía con el tobillo muy hinchado y resentido, con muchos dolores para andar, pero cada vez un poquito mejor que la anterior.

 
Sensaciones de cara al verano

Se acerca el verano y en la rehabilitación me dicen que llevo mucha carga de varios meses de rehabilitación y conviene dar descanso al tobillo, por lo que conviene aprovechar el momento del verano para parar, y luego después del verano valorar si hace falta seguir. En cualquier caso no debo dejar de hacer ejercicios por mi cuenta, basándome en todos los que he aprendido en estos meses de rehabilitación. Creo que tienen razón y que todavía me queda mucho por hacer pero es ya una cuestión de largo plazo que ya debo trabajármela yo.
 
Mi idea es ir recobrando actividades según vaya viendo mis capacidades. La actividad de la bici la tengo ya relativamente evolucionada, pero hay cosas por mejorar. Empiezo a usar de nuevo los pedales automáticos, ya que en rehabilitación en su día me dijeron que mejor fuera sin ellos; el único problema es que el giro del pie para soltarme el pedal me cuesta hacerlo y me produce un pico de dolor si es brusco, así que cuando circulo tengo que tener eso en cuenta. Sigo sin poder subirme a la bici por el lado derecho, básicamente por problemas de equilibrio, pero cada vez estoy más cerca de conseguirlo. Por otro lado he empezado a usar también el pie malo para “aterrizar”, siempre que el aterrizaje sea suave. Hago algunas rutas incluso con compañeros, en las que no voy del todo mal pero voy con mucho miedo tanto de tener que soltar bruscamente el pie del pedal como de tener que impactar con el terreno con cierta brusquedad para apoyarme, por lo que en los sitios que hay riesgo de que me pueda pasar eso voy más despacio.
 
Por otro lado voy empezando a notar que me molesta el Aquiles al pedalear. Eso es buena señal porque indica que la pierna mala está empezando a colaborar más en el pedaleo y no se lleva todo el trabajo la pierna buena.
 
De andar por montaña hasta ahora las pruebas que he hecho me han corroborado que puedo hacer cosas, pero en cuanto pasan de un cierto punto me resiento bastante, así que de cara al verano me planteo trabajar sobre ello a base de hacer cosas e ir probando. Tengo algunos problemas sobre todo en los descensos, especialmente en los sitios donde me puede patinar el pie malo, lo que además de causarme bastante dolor me castiga el pie, y en los destrepes. Por otra parte me noto perfectamente cómo me impulso mucho más con la pierna buena y en las cuestas arriba voy como a marcados impulsos de la pierna buena.
 
Y en cuanto a la escalada, mi primera idea era empezar a probar en roca al inicio del verano, pero… en cuanto me metí en una piscina y vi lo que me costaba salir por la escalerilla me di cuenta que todavía no era el momento. Con la combinación de dolor y falta de potencia me fallaba el impulso necesario del pie malo para pasar el pie bueno de un escalón a otro de la escalerilla. Bien es verdad que apoyando con la parte delantera del pie e impulsándose sin ningún calzado que sujete y ayude es peor, pero para mí fue una señal clara de que quizás era pronto.
 
En general, para todas las actividades digamos que me he vuelto zurdo de piernas y ahora tengo que trabajar y prestar atención a eso para ir corrigiéndolo y que todo vaya volviendo a la normalidad. Hasta ahora la pierna buena se llevaba el doble de esfuerzo y la mala prácticamente nada, y eso no es tan fácil que se corrija solo, así que intento acordarme de ello para irme fijando e ir intentando mitigarlo.
 
Además, tengo que tener en cuenta no solo mi lesión propiamente dicha, sino que también habré perdido tono muscular a nivel general y forma física a nivel cardiorespiratorio.

 
El verano

La primera parte del verano la paso con mis cuñados y las correspondientes familias. Es decir, mucho comer y nada de deporte… bueno, realmente nos dedicábamos algunas mañanas a andar deprisilla, para quemar grasa, pero en el resto del día la recuperábamos con creces, jajajaja. Al final incluso tuve que renunciar a acompañar a mis cuñados a andar, no solo porque se me cargaba el tobillo sino también por algunos pequeños problemillas que me surgieron con el calzado que llevé de vacaciones.
Sin embargo no todo fue malo desde ese punto de vista, ya que la parte de playa me vino muy bien para trabajar el tobillo: el pisar por la arena de la playa, el sumergirlo en agua salada, que el agua fuera muy fría como corresponde al norte, y el nadar. Bueno, más que el nadar era el patalear el agua con la tabla de bodysurf de mis hijos. Los primeros días me dolía mucho al patalear y apenas podía hacerlo, mientras que al final ya podía hacerlo y me dolía bastante menos, así que la evolución en dos semanas fue muy clara.
 
La segunda parte del verano ha sido en el interior de Alicante, sierra, no playa. Allí me llevé la bici ante la insistencia de un amigo de allí, aunque mi idea era sobre todo patear montes aprovechando también para avanzar en mi actividad de “unmiles”. La verdad es que al final me hinché a hacer montes para los pocos días que estuve, al principio tenía que dar descanso a mi tobillo entre actividad y actividad, pero enseguida fue aguantando mejor y pude hacerlas más de seguido.
 
El primer monte ya eran cerca de 1000 metros de desnivel positivo y trepadas finales, subí bastante bien, aunque cuando llegué a la zona de trepadas empezaron a manifestarse más los dolores, mezcla de la carga que llevaba ya con las pisadas en posturas más forzadas e intentar hacer fuerza en ellas. También tuve una lógica inseguridad en las trepadas debido a los dolores y falta de potencia en el tobillo malo. La bajada fue por otro sitio también complicado para mi tobillo, aunque me fue infinitamente mejor que la vez del Ocejón. Al día siguiente sufrí cierto resentimiento, pero los días posteriores seguí subiendo montes y el resentimiento posterior fue disminuyendo como si cediera ante mi insistencia.

En cuanto a la bici, primero hice una ruta bastante larga de kilometraje, pero sin muchas dificultades y me fue bastante bien. Luego ya quedé otros dos días para hacer sendas rutas con el amigo que había insistido que me trajera la bici. La primera que propuso mi amigo supongo que era sobre todo para evaluarme si me podría llevar otro día a otras rutas más bonitas pero bastante más exigentes. Aun así, esta primera ruta no era precisamente un paseo, e incluso cuando el camino hacia “eses” para suavizar la pendiente de subida, mi amigo cogía el atajo directo que acortaba el recorrido a costa de una pendiente explosiva, en una de las cuales llegué a poner el pie en tierra y luego ya no hubo forma de arrancar en mitad de la pendiente y la terminé andando. También le ralentizaba algo los descensos debido a mi inseguridad. De todas formas no debí de ir muy mal cuando inmediatamente después de acabar me volvió a decir de quedar para una ruta ya más cañerilla. En esa segunda ocasión la primera parte fue realmente muy técnica y explosiva, con mucha trialera de subida, y estuve a punto de decirle de modificar la ruta allí sobre la marcha para hacerla más llevadera, pero al final aguanté el tirón y la acabamos, yo más o menos bien gracias a que la segunda parte seguía siendo algo durilla pero bastante más llevadera. Mi amigo me dijo de quedar un tercer día para hacer otra ruta más cañera pero no sé si por suerte (jajajaja) o por desgracia me quedaban apenas un par de días de estar allí y no hubo posibilidad de encontrar un hueco para hacerla.
 

Mis últimos progresos

En el verano me he dado cuenta que aunque siga teniendo más facilidad por el lado izquierdo, ya puedo subirme a la bici por el lado derecho sin caerme, lo cual es una buena señal de progreso. Además en las rutas de este verano tan de cabras en una ocasión tuve que poner repentinamente el pie malo en el suelo para no caerme y lo hice sin mucho problema. Siento que me encuentro cerca de montar en bici con relativa normalidad, y aunque sigo rodando con muchas precauciones poco a poco voy “rompiendo el hielo”.
 
Al rocódromo he empezado a ir ya dos veces por semana, a trabajar sobre todo potencia, resistencia y movilidad. Aunque sigo muy lejos de mis momentos en los que estaba en mejor forma, voy progresando poco a poco y sin prisas. También tengo pensado probar a ir a escalar en roca en cuanto tenga ocasión, teniendo claro que tendré que empezar por cosas más bien fáciles e ir progresando en función de cómo me vea.

 
Mis consejos

También quería dar algunos consejos rápidos relativos a mi experiencia, para aquél que les pueda ser de utilidad tras un accidente o lesión.

Vista mi experiencia, el primero de todos no puede ser otro que el que no te conformes con el veredicto de un médico si tú tienes sensaciones distintas. Nadie como tú mismo puede observar, saber y evaluar tus sensaciones, tus dolores y todo lo relacionado con lo que te pasa; y lo haces 24 horas al día y todos los días. El médico tendrá mucha más sabiduría que tú en su campo, pero nunca va a ser capaz de saber exactamente lo que sientes. Pelea por que empleen las herramientas de diagnóstico que deban ser necesarias; un ejemplo claro ha sido mi caso: un TAC está muy bien para observar bien los huesos y las articulaciones, pero no es muy útil para dar información de músculos y tendones.
 
Por cierto y para que lo tengas en cuenta, no siempre pero frecuentemente vas a notar dos bandos diferenciados: los médicos suelen pintarte las cosas peor (supongo que para que cuando las cosas vayan mejor de lo que te han dicho le valores positivamente y no al contrario) y los rehabilitadores al contrario te suelen pintar las cosas mejor (supongo que para estimularte). También los médicos es posible que te prohíban cosas (normalmente por precaución) que los rehabilitadores sin embargo te van a aconsejar que hagas (para favorecer tu recuperación). Por ejemplo un médico te puede prohibir que hagas una cierta cosa para evitar que te puedas dañar el tobillo mientras que el rehabilitador te dice que la hagas precisamente para fortalecer el tobillo. Intentando hacer un símil es como si uno te dice que no salgas de casa los días muy fríos porque te puedes constipar y otro te dice que si nunca sales los días fríos el día que lo tengas que hacer seguro que te vas a coger un constipado de aupa. Bajo mi punto de vista, normalmente es mejor posicionarse del lado de los rehabilitadores, pero no siempre y además muchas veces las cosas no son solo o blancas o negras, así que mi consejo es que en estas ocasiones preguntes para que te expliquen su justificación y luego ya tú con tu sentido común adoptes la postura que consideres más conveniente.
 
Tu estado anímico es fundamental. Es lo que te va a dar fuerzas para ejercitar y luchar en busca de la recuperación. Piensa que si hasta ahora has ido progresando es que vas a seguir progresando, y si en algún momento te estancas intenta descubrir por qué, busca soluciones y busca ayuda. Sé extrovertido y no te guardes las cosas, pues lo mismo la persona que menos te esperas te puede dar una buena solución o un excelente consejo.
 
Piensa en los progresos a medio y largo plazo, en los detalles que te hacen descubrir que vas progresando; por ejemplo, yo hasta no hace mucho era incapaz de sentarme en el suelo a lo indio con las piernas cruzadas y ahora lo puedo hacer. Si comparas el día a día puede que no notes progresos cuando en realidad sí que estás progresando. En este tipo de lesiones no hay nada tan milagroso que notes una diferencia de un día para otro, así que no te desanimes con falsas expectativas y piensa que la recuperación es un trabajo de fondo con resultados a largo plazo.
 
Trata de ir recuperando actividades de las que hacías y/o incluso otras nuevas, en cuanto vayas pudiendo bajando para ello el nivel de las mismas lo que sea necesario. No esperes a estar al nivel que estabas para hacer determinada actividad, sino que intenta buscar el nivel más bajo que te permita realizar esa actividad y luego ya irás subiendo el nivel. En mi caso, por ejemplo, empecé con el uso de la bici brujuleando por el asfalto de un polígono industrial desértico. Esto no solo puede facilitar tu recuperación física sino que va a ser una inmejorable válvula de escape, a la par que te servirá para ir animándote viendo cómo progresas superando metas dentro de esa actividad.
 
No te acomodes, trata de forzar un poco. Si te acomodas con los ejercicios, movimientos, etc, para que no te duela acabarás por no progresar. Si quieres progresos tienes que forzar… pero con cuidado. Juega con los momentos de forzar intercalando el descanso y recuperación en cuanto lo necesites y no vuelvas a forzar hasta que te recuperes al menos suficientemente para poder volver a hacerlo. Tú mismo eres el mejor para evaluar cuándo es el momento de forzar y cuándo debes descansar. Por supuesto, es probable que tengas un período inicial de curación tras producirse la lesión en el que no puedas ni debas hacer nada de actividad.
 
Ten mucha precaución para no sufrir más lesiones. Trata de reducir los riesgos de que se te puedan producir lesiones que fácilmente podrían surgir como consecuencia de realizar actividades que debido a la debilidad ocasionada por tu lesión puedan provocar otra lesión. En mi caso, por ejemplo, la debilidad de mi tobillo puede facilitar el apoyar mal el pie y se me tuerza haciéndome un esguince. No estoy diciendo exactamente que no hagas las actividades en las que existan esos riesgos, sino que cuando estés en los momentos más arriesgados de esas actividades tomes medidas para reducir suficientemente esos riesgos: por ejemplo evitar sitios en los que haya un cierto riesgo de caerte en bicicleta o reducir la velocidad tanto para que el riesgo de caerte sea suficientemente bajo como para que si te caes o desequilibras puedas controlar mejor el no hacerte daño. Nunca pierdas de vista que la parte accidentada de tu anatomía está mucho más debilitada que cuando estaba sana y le va a resultar mucho más complicado sujetar un movimiento algo brusco. Ten siempre en la cabeza que una lesión puede ser un importante revés, retrasando y dificultando en gran medida tu recuperación y además afectará mucho a tu estado anímico.

En cuanto a ejercicios de rehabilitación, no dejes de hacer los que te vengan bien en tu recuperación porque consideres que ya los haces sin problema y los tengas superados. Mientras sigas recuperándote conviene cuanto menos "recordarlos" de vez en cuando, pues como me ha ocurrido a mí, puede que de no hacerlos durante un largo tiempo resulte que cuando vuelvas a intentar hacerlos te encuentres la sorpresa de que la cosa haya ido un poco para atrás en este sentido y no los tengas tan superados.
 

Por último, solo quería añadir este párrafo para decir que, aunque pueda parecer largo todo este texto, realmente tenía muchas más cosas que decir, anécdotas que contar, más detalles, etc, pero que he tenido que renunciar a ello para que este artículo no llegara a ser ya exageradamente largo. Por razones entendibles incluye pocas fotos, especialmente comparado con otros artículos de mi blog, pero espero que no os haya resultado demasiado farragoso y que le sea suficientemente útil a todo aquél al que pueda serlo.
 

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